miércoles, 13 de octubre de 2010

Una lectura ambiental de los Presupuestos 2011

JUAN LÓPEZ DE URALDE 13/10/2010

En los últimos meses se han sucedido diversas convocatorias electorales que han tenido un nexo común: el progresivo avance de opciones políticas que tienen el ecologismo como eje fundamental de su acción. El caso más reciente, y sonado ha sido el espectacular avance de la brasileña Marina Silva quien, a la cabeza del Partido Verde, ha rozado el 20% de los votos. Gracias a ello puede convertirse en árbitro del futuro de aquel país. El resultado de Marina Silva en un país clave en el tablero global acaba con el falso mito de que las políticas ecológicas son solo un lujo para los países ricos, poniendo de manifiesto que el sentido de identificación con ideas que buscan la sostenibilidad ecológica está cada vez más extendido por todo el globo.

Pasados unos meses desde el fracaso de la Cumbre de Copenhague, parece que el mundo empieza a sacudirse la capa de tristeza y escepticismo que trajo el pobre resultado de aquella reunión sobre cambio climático. Y lo está haciendo de una forma inesperada, pero significativa: apoyando con el voto el avance de propuestas ecologistas. De hecho, ahora los problemas ambientales estarán en el centro del debate en la segunda vuelta electoral de Brasil, ya que ambos candidatos tratarán de arrastrar a su terreno los 20 millones de votos verdes.

De alguna manera, la incapacidad de los líderes mundiales para dar la respuesta adecuada y necesaria a problemas globales tan acuciantes como el cambio climático o el hambre y la pobreza, está generando corrientes de opinión que empiezan a aflorar a través de propuestas políticas que, como la brasileña, irrumpen de manera novedosa en el panorama. Y es que parece que la impotencia puede transformarse en acción positiva, si ese descontento se encauza hacia nuevas propuestas y nuevas formas de organización. Ello es lo que pretendemos también con Equo.

Esta nueva marea verde se produce mientras en España nos encontramos inmersos en el debate presupuestario. Unos Presupuestos, los de 2011, de marcado carácter restrictivo del gasto público. El giro antisocial del Gobierno de Zapatero ha sido respondido nada menos que con una huelga general, cuyas demandas, de momento, no parece escuchar el presidente del Gobierno. Desde mi punto de vista, este giro del Gobierno socialista comienza a percibirse cuando en el comienzo de la segunda legislatura, Zapatero fusiona los Ministerios de Medio Ambiente y Agricultura, y entrega su gestión a una persona, Elena Espinosa, totalmente alejada de cualquier planteamiento mínimamente cercano a posiciones ecologistas.

Desde entonces las cuestiones ambientales no han tenido un peso relevante en la acción del Gobierno de Zapatero. Por más que en 2008 anunciase que el cambio climático sería uno de los tres ejes de su actuación, lo cierto es que el proceso de abandono de lo ambiental ha sido evidente. La razón detrás de ese abandono no es otra que la aceptación de las presiones que se ejercieron desde distintos sectores económicos contra las políticas ambientales que pretendían lograr medidas tan poco revolucionarias como el control del urbanismo en la costa, la protección de los espacios naturales valiosos, el cumplimiento del Protocolo de Kioto, la defensa de los recursos marinos o el cierre progresivo de las centrales nucleares.

Los Presupuestos Generales presentados por el Gobierno para 2011 profundizan en este abandono. Ciertamente, el recorte presupuestario ha afectado a todos los Ministerios. Pero, después de Fomento, es Agricultura -que actualmente incluye Medio Ambiente- el segundo departamento que ha sufrido un mayor recorte. Pero todavía es más alarmante conocer que apenas el 5% del total presupuestario de este Ministerio se dedica a políticas de protección ambiental. Por ejemplo, para el cambio climático, el Ministerio dedicará en 2011 exactamente el 2,3% de su presupuesto. Con estos datos en la mano es muy difícil que temas que ocupan los primeros puestos entre las preocupaciones globales dejen de ser marginales en nuestro país.

Dedicando presupuestos tan exiguos es imposible alcanzar los ambiciosos objetivos de reducción de las emisiones contaminantes establecidas como necesarias por el IPCC.

No existe justificación alguna para explicar esta marginación a la que el Gobierno ha llevado al medio ambiente. España, por su situación y sus condiciones geoclimáticas, está tan necesitada, o más, que el resto de Europa de políticas activas que tengan en consideración la necesidad de restablecer el equilibrio entre el entorno y la actividad humana.

En esta desidia, que se plasma en acuerdos que jamás llegan a cumplirse y que se convierten en meras declaraciones de intenciones; esta falta de un compromiso serio por nuestro planeta y por el presente y futuro de todos sus habitantes, está provocando una nueva corriente mundial que mira a la Tierra no solo como el proveedor de los recursos que necesitamos para subsistir, sino como el marco en el que vivimos y que es necesario preservar. España no debe seguir ajena a esta corriente, porque necesita, como ningún otro país, un giro ambiental.